Por vías oscuras, el Metro
va lento y atropellado
El reflejo de las lámparas instaladas en los extremos de los túneles delinea la estructura semicircular y crea un aro de luz por el que pasa el tren a medida que avanza.
Cuando se va al lado del conductor, como lo pudo hacer Efecto Cocuyo, se observan mayores detalles: en la vía férrea de la principal línea del subterráneo hay zonas de total oscuridad, como entre Chacao-Chacaíto, porque los bombillos dañados no han sido reemplazados. Es noviembre de 2019 y en el vagón líder, la única iluminación es el reflejo, en el vidrio delantero del tren, de un bombillo rojo instalado en la consola del operador.
Y en medio de esta oscurana no se ven los rieles, ni los gabinetes contra incendios instalados en el túnel, ni los equipos de comunicación, ni las salidas de emergencia que sirven a los usuarios en caso de un desalojo, las cuales además deberían estar iluminadas con un bombillo azul para orientar a quienes comandan el tren y a los operadores de equipos, encargados de atender las fallas que se presentan en la vía.
Dentro de los túneles y las vías también se ha acumulado la suciedad. No solo se trata de la basura que cae desde los andenes, sino de los residuos que se generan por el roce constante entre las ruedas del tren y los rieles. La acumulación de esas partículas de hierro, además de ser perjudicial para el sistema respiratorio de los trabajadores (puede causar enfermedades como neumoconiosis), también ocasiona daños a equipos como los extractores de aire en las estaciones (vitales, por ejemplo, para liberar la estación de humo si ocurre un incendio), y de los propios trenes.
La falta de lámparas funcionales y de rutinas efectivas de limpieza no son los únicos obstáculos en el camino. Mientras el tren está en marcha, los chirridos y sonidos parecidos a un choque de sables revelan el deterioro de la vía y sus componentes, incluyendo las fijaciones y los durmientes, que son las piezas donde reposan los rieles.
Como parte de la rutina de mantenimiento preventivo, se hacía uso de una “grasa” o lubricante para retrasar el desgaste por la fricción entre las ruedas del tren y los rieles; sin embargo el insumo está escaso desde 2017 de acuerdo a denuncias de Familia Metro.
Hacer un diagnóstico del estado de la vía también se ha vuelto cuesta arriba, ya que la máquina que funcionaba como un escáner para diagnosticar fisuras en los rieles se averió y hasta diciembre de 2019 no había sido reparada.
Trabajadores activos y jubilados de la compañía coincidieron en reiterar que esto se debe a que el subterráneo importó la tecnología, pero no garantizó la transferencia de conocimiento para mantener su efectiva aplicación.
Interior de los túneles en la Línea 1 del Metro de Caracas. Foto: Cortesía
Desde el asiento del operador del tren se observa algo que difícilmente podría advertir el pasajero que viaja en el vagón. Se trata del paso por la “zona de maniobra”. Al salir del túnel, el recorrido del tren por los rieles puede continuar en línea recta o cruzar en diagonal hacia la otra vía. En ese espacio los rieles se cruzan, como en forma de equis. En toda la Línea 1 existen siete estaciones que cuentan con zonas de maniobras: Propatria, Agua Salud, La Hoyada, Plaza Venezuela, Chacaíto, Los Dos Caminos y Palo Verde.
En su mayoría estas secciones de la vía se usan para que los trenes puedan cambiar de una vía a otra (si hay algún tramo del camino donde se ha restringido el paso), o para devolverse a los estacionamientos y talleres, en caso de que ocurra alguna falla. Las estaciones terminales de Propatria y Palo Verde tienen dos zonas de maniobra: una que da hacia la línea y otra hacia los Patios. El caso de Plaza Venezuela también es peculiar porque desde esa zona se da ingreso o salida a trenes que van a las Líneas 2 y 3.
Cortocircuito en la vía en el andén de Parque Carabobo, abril de 2019. Foto: Metro Comunidad
En esas áreas existen unas piezas importantes llamadas “cambiavías” que permiten mover la dirección de los rieles para que un tren pueda “cruzar” de una vía a otra. Estas piezas también han sufrido desgastes y, de acuerdo a las fuentes, requieren ser sustituidas.
A lo largo de los túneles y la vía también están dispuestos kilómetros de cableados y equipos que transmiten información hasta el Centro de Control de Operaciones o CCO, que se encarga de monitorear todo el sistema, incluyendo los semáforos ubicados en los extremos de los andenes y entre los túneles. Sin embargo, la preservación de estos cables, equipos y semáforos ha mermado y las autoridades del Metro de Caracas ha admitido hurtos, particularmente en las zonas descubiertas de la vía, donde además abunda la maleza.
Esta serie de inconvenientes obligan a que el tren reduzca su velocidad en las secciones afectadas, lo que causa retrasos; tal cual como cuando un carro debe ir más lento en una carretera oscura y con huecos. Si a estas condiciones se suman las recurrentes fallas de los trenes, los tiempos de espera de los usuarios se alarga aún más.
En esas áreas existen unas piezas importantes llamadas “cambiavías” que permiten mover la dirección de los rieles para que un tren pueda “cruzar” de una vía a otra. Estas piezas también han sufrido desgastes y, de acuerdo a las fuentes, requieren ser sustituidas.
A lo largo de los túneles y la vía también están dispuestos kilómetros de cableados y equipos que transmiten información hasta el Centro de Control de Operaciones o CCO, que se encarga de monitorear todo el sistema, incluyendo los semáforos ubicados en los extremos de los andenes y entre los túneles. Sin embargo, la preservación de estos cables, equipos y semáforos ha mermado y las autoridades del Metro de Caracas ha admitido hurtos, particularmente en las zonas descubiertas de la vía, donde además abunda la maleza.
Esta serie de inconvenientes obligan a que el tren reduzca su velocidad en las secciones afectadas, lo que causa retrasos; tal cual como cuando un carro debe ir más lento en una carretera oscura y con huecos. Si a estas condiciones se suman las recurrentes fallas de los trenes, los tiempos de espera de los usuarios se alarga aún más.
Agua en la vía férrea de la estación Miranda. Foto: María Victoria Fermín